Algunas veces, tenemos muy claro que no somos responsables de una situación, pero las decisiones que toma la persona que sí es responsable de la situación nos afectan a nivel emocional. Por ejemplo, cuando nuestro hijo se encuentra en una relación que le hace sufrir, pero desea continuar en ella o cuando un familiar no sigue unas pautas médicas poniendo en riesgo su salud.
Serían situaciones en las que no estamos implicados directamente, pero que sí tienen un efecto en nosotros a nivel emocional porque son personas que son importantes para nosotros.
Se trata de un tema tremendamente complicado, ya que no podemos tomar decisiones por los demás, pero realmente las decisiones de los demás nos impactan a nivel emocional y nos pueden producir dolor. Y del dolor que nos generan esas decisiones sí que somos responsables.
Es importante recordar que, aunque no sean nuestras decisiones, tenemos derecho a expresar nuestras emociones. Esto no quiere decir que culpemos a la otra persona de sentir estas emociones, quiere decir que te puedes permitir el espacio para expresar esas emociones, ya sea con esa persona en concreto, con un familiar o con un amigo.
Seguramente, estas mismas emociones te impulsaran a la necesidad de poner límites, a no asumir responsabilidades que no nos pertocan. No tenemos control sobre las decisiones de los demás y es algo que debemos aceptar, aunque creamos que esa decisión que ha tomado la persona es errónea.
Aceptar no es lo mismo que resignarse, resignarse implica una actitud pasiva, de no acción. En cambio, aceptar implica soltar, convivir con ello, dejar de luchar constantemente. Aceptar no quiere decir que esté de acuerdo o que me guste la situación, quiere decir que comprendo que no está en mi poder cambiar esa situación.
Lo que sí puede cambiar es cómo gestiono las emociones que me genera esa situación y cómo me enfrento a ello.